martes, 15 de marzo de 2011

La ética kantiana. Primera ley de nuestro próximo futuro.

Cuanto más viene a ocuparse una razón cultivada del propósito relativo al disfrute de la vida y de la felicidad, tanto más alejado queda el hombre de la verdadera satisfacción.
Inmanuel Kant. S. XVIII d.C.

Kant creía en la eficacia de la reforma de las instituciones y estaba convencido de que cuando todos los Estados fuesen repúblicas no habría más guerras. Así que para empezar, su equivocado vaticinio debería hacernos desistir de continuar con su teoría, pero lo que ha supuesto para la historia de la Ética es importante y merece la pena reflexionar sobre ello.

Sostiene que podemos contar con la seguridad a priori de que toda nuestra experiencia vital será gobernada por leyes a la manera de la causalidad mewtoniana, es decir, no en virtud de cómo es el mundo, sino en virtud del carácter de los conceptos mediante los cuales captamos el mundo.

No es fácil de entender para un profano si no conoce las ideas del a priori kantiano, pero intentaré explicarlo lo más sencillo posible.

La experiencia, lo que captamos con nuestros sentidos, no es una mera recepción pasiva de información o impresiones, también hay, a la vez, una comprensión o captación activa de estas impresiones, y sin los conceptos y categorías con las que nuestra mente ordena y entiende todo lo que recibe esa comprensión no sería posible.

Nuestra mente divide todo lo que recibe en categorías, de manera automática. En una casilla almacena su tamaño (grande, pequeño, mediano, enorme, microscópico…), en otra su forma (cúbica, cónica, de pez, de montaña…), en otra su color, en otra su textura, en otra su función, en otra la manera en que se comunica, en otra su importancia para el receptor…nuestra mente comprende todo lo que le rodea en función de categorías (casillas) a priori y una vez ha analizado aquello que observa en todas ellas. Si no ordenamos el mundo exterior en función de estas categorías, no lo comprenderíamos. Serían percepciones ciegas.

Esto es importante para la moralidad/ética porque Kant afirma que las relaciones causales se descubren sólo cuando aplicamos las categorías a la experiencia. Sin embargo, la naturaleza que observamos es impersonal, no moral, y no podemos deducir de ella preceptos morales, por ello hay que buscar el reino de lo moral fuera del reino de la naturaleza que nos rodea, aunque pensemos que ésta es el producto de una diseñador grande y benevolente, Dios creador de todas las cosas.

Lo que sucede en el mundo es ajeno a la moral, lo que observamos es el comportamiento de los hombres, no el paradigma de la moralidad tal como los hombres, todos los hombres, deberíamos entenderla. El objetivo es encontrar una conciencia moral universal.

Su objetivo intelectual fue aislar los elementos a priori, y por tanto inmutables, de la moralidad en nuestra mente (la casilla de nuestra mente donde se valoran los preceptos morales). ¿Qué forma debe tener una ley para que sea reconocida como moral? ¿Y para que sea reconocido como “buena”?

Kant comienza su razonamiento bajo la premisa de que no hay nada incondicionalmente bueno, excepto una buena voluntad. La salud, la riqueza o el intelecto, por ejemplo, sólo son buenos en la medida en que son bien empleados.

Por tanto, su atención reflexiva se centra en la voluntad de los hombres, y fundamentalmente en el cumplimiento de su deber por la voluntad y convencimiento de que ese cumplimiento es bueno.

Tener la voluntad de hacer algo no es lo mismo que tener la inclinación a hacerlo porque disfruto de ellos, aunque el acto realizado pueda considerarse bueno. Lo importante para Kant es la voluntad de cumplir con mi deber porque lo considero bueno para mí y para la sociedad en la que vivo. Las inclinaciones son fruto de nuestra naturaleza física o psicológica y no podemos elegirlas. La única decisión que podemos tomar es elegir entre nuestras inclinaciones y nuestro deber. ¿Y qué es el deber? Es “la obediencia a una ley que es universalmente válida para todos los seres racionales”. ¿Y cual es esta ley? Aquella que como un conjunto de preceptos establezco para mí mismo como buena, y por tanto deseo coherentemente que sea obedecida por todas las demás personas.

Aquella ley que es buena para mí, debe serlo para todo el mundo, y por tanto debo desear que lo que considero bueno para mí se eleve a ley universal para que lo sea también para todos los seres racionales. Deseo que se convierta en ley de la naturaleza, del mundo.

Por ejemplo: Las promesas deben romperse (“Imperativo categórico” en términos conceptuales kantianos).

Es posible que en alguna ocasión pueda romper alguna porque me compensa por cualquier motivo, pero ¿deseo que los demás rompan las promesas que me han hecho a mí? La respuesta es no, por tanto, esta ley moral no debe convertirse en universal.

Para el autor, cristiano convencido, Jesús no puede ser considerado una autoridad moral salvo que lo reconozcamos como tal y le concedamos autoridad, pero la razón del hombre está en su derecho de elegir libremente sus leyes morales. Cada uno de nosotros es su propia autoridad moral.

Si elijo cumplir con mi deber no debo tener en cuenta las consecuencias, ni en ésta ni en otra vida, y sería difícil que la felicidad no fuese el resultado último de la decisión de todo hombre de cumplir con lo que su razón le dicta como deber moral.

Pero no se trata de conformismo con la autoridad, aunque lo parezca en una primera lectura. Kant afirma que es el individuo el que tiene el criterio moral superior a cualquier orden social establecido. El autor de hecho simpatiza con la Revolución Francesa, odia el servilismo y valora la independencia de pensamiento y espíritu.

Particularmente su máxima moral de que cada uno de nosotros debe considerar bueno aquello que desee que se convierta en ley universal, me recuerda mucho al histórico aforismo ético de “trata a los demás como te gustaría ser tratado”.

Y elijo esta ley moral como válida para la humanidad, en todos los tiempos. Y primera norma que deberá guiar nuestro nuevo futuro, el que nacerá tras el gran debate ético universal que tendrá lugar en unos años, quizás décadas.

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