jueves, 10 de marzo de 2011

Bienaventuranzas. Reinterpretación personal.


Las almas de los ignorantes y perversos seguirán siempre atadas a los lazos materiales y correrán la suerte final de la materia.
Al Farabi S. X d.C.

A mi juicio uno de los textos religiosos más hermosos. El ser humano lleva 21 siglos debatiendo sobre estos ocho sencillos…y éste es el primer debate…¿qué son estas ocho sentencias? ¿Normas de obligado cumplimiento para un cristiano?, ¿sugerencias de actitud general ante la vida y el mundo?

Otro gran debate que se ha establecido, y continúa hoy en día, sobre las bienaventuranzas es si es posible llevarlas a cabo en un mundo de rivalidad y lucha permanente por sobrevivir, o quizás vivir mejor.

Estos “preceptos” nos animan a una total entrega a Dios, sin resistencia, y a poner en práctica una vida de abandono personal (pobres de espíritu y mansos), sufrimiento (llorar, pasar hambre y sed de justicia, ser perseguidos ) y entrega a los demás (misericordiosos, puros de corazón y pacificadores).

Una vez más, tal como he defendido anteriormente, creo que este texto hay que entenderlo en su contexto histórico, aunque el amor que sintamos por la persona que nos las transmitió nos haga sentir la necesidad de darle validez eterna.

Jesús estaba convencido, tal como defendían las ideas de su época (Zoroastro, Moisés, Judaísmo...) de que el mundo iba a terminar muy pronto, ahora que el Mesías estaba entre los hombres, y por tanto este mensaje hay que entenderlo como si se lo estuviese transmitiendo a un enfermo terminal, al que le queda poco tiempo de vida. Sólo así es posible entenderlo en su literalidad. Particularmente creo que Jesús estaba mencionando en estas ocho líneas, en este discurso, a los presentes ante él en aquel momento.

Por supuesto es posible reintenpretarlo de mil maneras, desde darle una visión espiritual únicamente, y no de actos reales, hasta suavizarlo y justificarlo en una vida dentro de la ley, o caritativa los domingos (siento ser duro pero lo he observado muchos años).

No voy a entrar en ese debate. Como digo, a mi juicio este texto, fuera de su contexto histórico y bajo las convicciones de Jesús, no es extrapolable a nuestro presente.

Bienaventurados los pobres de espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos: porque ellos poseerán la tierra.
Bienaventurados los que lloran: porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos obtendrán misericordia.
Bienaventurados los puros de corazón: porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacificadores: porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que sufren persecución por [causa de] la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos.

Por tanto propongo realizar otro ejercicio reflexivo con estas ocho bienaventuranzas.

Imaginemos que se ha descubierto científicamente que no existen Dios, cielo y alma. Que eran quimeras de nuestra imaginación y fruto de nuestras dudas existenciales que nos angustiaban.

Y releamos eliminado la segunda parte de cada una de ellas, la de los objetivos escatológicos que se podrían conseguir con su cumplimiento, y las palabras relacionadas con el mundo espiritual. Nos queda pues:

Bienaventurados los pobres, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los puros de corazón, los pacificadores y los que sufren persecución por causa de la justicia.

Y ahora me permito reinterpretar:

Bienaventurados los pobres, aquellos que se levantan cada día pensando cómo podrán alimentar a sus hijos.

Bienaventurados los mansos, aquellos que predican la no violencia y creen que el amor debe ser la energía que mueva el mundo.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, y sufren por este mundo desequilibrado e inhumano que hemos construido entre todos.

Bienaventurados los misericordiosos, que se compadecen del dolor ajeno y trabajan por mejorar la situación de los que necesitan ser ayudados.

Bienaventurados los puros de corazón, que piensan en los demás tanto como en sí mismos.

Bienaventurados los pacificadores, que se asquean de las permanentes guerras, muerte, dolor y sangre que nos hemos causado.

Bienaventurados los que sufren persecución, porque es necesario rebelarse contra el sistema que nos ha llevado donde estamos, a un mundo de hambre, sed, enfermedades, guerras, olvido y egoísmo.

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