viernes, 17 de junio de 2011

El alma no existe


Dios es concebido no por la reflexión filosófica, sino más bien por la necesidad de adularle para tenerlo propicio.
Hume S. VXIII d.C.

Las evidencias son tan obvias que cuesta creer que todavía nuestro mundo se mueva a golpe de temor espiritual por lo que vendrá después.

Si analizamos con detenimiento la historia del alma (ver entradas anteriores) y nos paramos a reflexionar sobre las circunstancias históricas que favorecieron esas ideas, enseguida nos damos cuenta de que todo, y siempre, ha sido fruto de la invención humana.

Siglos de luchas entre nuevas ciudades, nuevos reyes, nuevos imperios, necesitados todos de victorias frente a los adversarios, para dominarles y garantizar la sostenibilidad y crecimiento, favorecieron las invenciones de Zoroastro, o personajes similares en la post-prehistoria, antes de la Grecia Clásica, antes de los filósofos que han construido nuestro pensamiento, transmitido generación tras generación por convenciones culturales generalmente aceptadas, y de las que debemos liberarnos cuanto antes. Invenciones en las que ya nadie cree, como la pirámide jerárquica de ángeles y arcángeles que Zoroastro transmitió, pero que mantienen su influencia en nosotros.

El orfismo acepta este pensamiento sobre el pecado y la culpa, y el juicio final tras la muerte del cuerpo físico, de donde el gran precursor de la espiritualidad mundial, Platón, bebe sus teorías y las acepta.

Ya en la misma Grecia Clásica, Aristóteles terreniza el concepto de alma platónico y lo baja de los cielos para convertirlo en una sustancia mortal que da forma a nuestro cuerpo en potencia.

Pero Aristóteles fue platonizado por Santo Tomás, y todos los neoplatónicos posteriores se ocuparon de mantener viva la idea de un alma inmortal, y un juicio final en el que, si nuestros actos en la Tierra habían sido coherentes con los mandatos de los elegidos por Dios, las iglesias, nuestra alma viviría el resto de la eternidad en un cielo maravilloso, pero que si nos apartábamos de sus mandatos, que generalmente conllevaban favores económicos hacia esos mismos elegidos, nuesta alma sufriría terribles sufrimientos en el infierno para siempre.

Un infierno que para Juan Pablo II no es sino la sensación interior en esta vida del que vive apartado de la luz de Dios, pero no un lugar real donde las almas penarán durante toda la eternidad por sus actos alejados de la doctrina religiosa, del dogma humano.
Me pregunto qué diferencia hay entre el infierno, del que se reniega públicamente, y el cielo. ¿El cielo sí existe pero el infierno no? ¿Y si no nos hemos comportado adecuadamente durante nuestra vida? ¿Qué pasará con nuestra alma? ¿Iremos al cielo en cualquier caso?

Finalizada la Edad Media y la vergüenza que para la humanidad representan 12 siglos de teocracias crueles e inhumanas, los pensadores, los sabios que han reflexionado sobre el alma, han obviado tomar postura alguna en favor o en contra de esta suerte de cuerpo etereo que entra y sale de nuestro cuerpo, para llamar alma, bien a la mente, bien a las emociones.
Creo que no ha habido valentía suficiente entre la intelectualidad, al menos hasta la modernidad, para afirmar la evidencia de la no existencia del alma. Quizás porque dejaba al hombre en una situación complicada, en lo referente a lo moral, a la convivencia. Porque después de todo, si los humanos en su mayoría aceptamos la idea de que el alma no existe, y que nunca nos enfrentaremos a un juicio por nuetros actos vitales, ¿cómo podríamos reaccionar?

Sin duda ése ha sido el miedo histórico a romper con siglos y siglos de mentiras.

Afirmo que el alma no existe, y que nunca nos enfrentaremos a un juicio final sobre nuestros actos condicionados por el miedo. 
Y afirmo que los hombre estamos preparados para asumir este hecho, para eliminar las religiones de nuestras vidas, y para actuar en un mundo sin alma con mayor humanidad, capacidad de convivencia, honestidad con nosotros mismos, y solidaridad, que la que la supuesta falsedad espiritual pretendía conseguir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario