sábado, 2 de abril de 2011

La sexualidad evolutiva



Son instintos naturales el amor a los hijos, la gratitud con los bienhechores y la piedad hacia los desgraciados.
David Hume S XVIII d.C.

Estoy convencido de que cualquier aspecto que analicemos de nuestro presente puede explicarse en base evolutiva.


Y es evidente que somos, el mundo es, el mundo vivo es, fruto evolutivo de nuestra actividad sexual. Por ello me detengo en este aspecto importante de nosotros mismos.


La actividad sexual-reproductiva de los animales es un mundo fascinante que aconsejo a quienes tengan curiosidad por conocer este mundo mágico en el que vivimos.


No puedo detenerme en exceso en un punto tan amplio, pero sí fijaré mi mirada en algunos aspectos que han llamado mi atención al estudiar esta dinámica evolutiva, y que deseo compartir.


a) Durante millones de años la hembra ha demandado la protección del macho, ya he hablado de ello anteriormente, tanto para sí misma como para sus hijos. Para ello, está estudiado, la hembra humana se apareaba con el mayor número de machos posibles, de forma que sembraba en ellos la duda sobre la posibilidad de que su próximo hijo fuese de alguno de sus donantes de esperma, y todos ellos le ofreciesen su protección. De esa manera la hembra se garantizaba el mayor apoyo posible de los machos de la manada (porque eso fuimos durante millones de años, una manada), al menos durante su embarazo. 

Creo que hoy en día nuestros genes cargan todavía con esta herencia cultural, aunque en periodo de retroceso por la decisión cultural de la monogamia.


b) ¿Por qué digo que la hembra se garantizaba el apoyo de los machos con dudas sobre su posible paternidad, “al menos durante el embarazo”?


Porque está también estudiado, Brédart & French 1999, entre otros, que los hijos se parecen a su padre durante el primer año de vida, para despertar en el varón instinto de protección hacia su hijo (aunque he encontrado numerosas manifestaciones en la web negando este hecho y hablando de hijos muy parecidos a la madre o a su familia. Supongo que de nuevo hablamos de porcentajes/probabilidades. Las verdades al 100% no son fáciles de hallar).


c) ¿Por qué el glande tiene forma de seta? Sólo hay una teoría al respecto. Para sacar de la vagina de la hembra el semen de eyaculadores anteriores tras haber depositado nuestro esperma en su interior. De esta manera intentamos garantizar la fecundación y nuestra continuidad a través de nuestros hijos.


Estoy convencido de que este deseo de permanencia obedece a una necesidad vital de perpetuarnos, de no morir. Que, ya hablaremos más adelante, considero primera certeza sobre la que fundamentaré algunas respuestas. Me refiero al hecho de que “todo ser vivo y sano, desea conservar la vida y la salud”. Es una regla cierta que rige la vida sobre la Tierra.


En cualquier caso, parece que todavía no ha pasado tiempo suficiente de monogamia como para que el glande evolucione fisiológicamente, ni siquiera en los humanos, y pierda su forma.


d) ¿Por qué sentimos los varones impulso sexual hacia hembras de senos grandes?


Es evidente, los senos grandes han garantizado durante millones de años mejor alimentación a nuestra progenie.
Aunque desde hace algún tiempo tenemos garantizado (al menos los que hemos tenido la fortuna de nacer en un países ricos) la alimentación de nuestros hijos con magníficas leches artificiales, millones de años de pasado genético tardarán muchas generaciones en eliminarse por innecesarios.


e) Se llama ESTRO al período de disponibilidad sexual o celo de los animales mamíferos.


En las hembras de los animales mamíferos la época de celo, es el período en el que son receptivas sexualmente, es decir, el momento en que aceptan al macho. Durante esta etapa ocurre la ovulación.
Si no fuésemos animales con actividad cultural, sociabilidad comunicativa y emociones, la actividad sexual de hombres y mujeres se limitaría a dichos días de actividad. Pero lo somos, y tenemos sentimientos, amamos y somos amados, y por ello nuestra actividad sexual no es sólo reproductiva, sino también placentera.

Nuestro presente, qué duda cabe, está influenciado por la evolución biopsicosociosexocultural de nuestros antecesores.

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