martes, 29 de junio de 2010

Hombres y mujeres



Un hombre tiene la edad de la mujer a la que ama
Proverbio chino

 

Creo que las diferencias pasadas y presentes entre hombres y mujeres se deben a esta explicación sencilla de nuestra construcción histórica.

No debemos olvidar que somos animales, y que lo hemos sido durante millones de años.
No debemos olvidar que las reglas fueron las mismas tanto para nosotros como para el resto de los seres vivos: ley del más fuerte, lucha por la supervivencia, adaptarse al medio, comer y no ser comido…
El hecho de que gracias a nuestra inteligencia y evolución hemos conseguido alcanzar un punto en el que ya no somos comidos, y casi dominar el entorno que nos rodea (salvo catástrofes naturales que todavía acaban con la vida de muchas personas) no debe hacernos olvidar el hecho de que durante la inmensa mayoría de nuestro devenir, no fue en absoluto así.

Durante millones de generaciones cada género tuvo su papel en el grupo social y familiar.
Un papel obligado por las circunstancias de la vida y el mundo.

Creo que tuvo que ser algo así:
La primera necesidad de todo ser vivo es alimentarse. Para comer era necesario cazar. Y para cazar era necesaria la fuerza física. Cuanto mayor fuerza, más posibilidades de caza. Por tanto, por constitución biológica natural, el varón ocupó esta posición en el grupo.
La labor de la caza era lo suficientemente complicada y dura como para convertirse en la única función del varón. Pero había otras muchas labores que realizar y algunos otros instintos que completar.

Otro de los aspectos importantes a visualizar e imaginar es el de seguridad (no ser comido), y de nuevo la menor capacidad física de la mujer la obligó a depender del varón y buscar su protección.

En tercer lugar, además de comer y no ser comido, la mujer siempre ha tenido el instinto natural de reproducirse.

Por tanto, desde el principio de los tiempos humanos, la vida de la mujer ha dependido del varón, y ha tenido la necesidad de atraerle hacia sí para ser alimentada, protegida y fecundada.

La principal preocupación de la mujer durante millones de años, depositada en la herencia genética de cada una de nuestras actuales compañeras y amigas, ha sido encontrar la manera de atraer hacia ella al varón.
No parece tampoco complicado imaginar que para atraer al varón la mujer tuvo que decidir, por su bienestar y por el de sus hijos, cuidarle y atenderle. Estar pendiente de sus deseos y hacer lo posible por cumplirlos. Y por supuesto aceptar sus deseos sexuales siempre que lo demandase.
Se podría resumir diciendo que durante toda su historia, la mujer ha tenido como principal actividad y preocupación la de hacer feliz al varón.
Nos puede gustar más o menos leerlo en estos términos, pero lo que todos los estudios antropológicos parecen demostrar, es que así ha sido.

Nuestra herencia genética influye en nosotros mucho más de lo que pensamos.
Hablo de la herencia genética de millones de años, no de la de nuestros padres o abuelos.
Hemos evolucionado genéticamente en función de las necesidades de cada momento, y lo hemos hecho de una manera progresiva, con el paso de muchas generaciones, muy lentamente, adaptándonos a cada circunstancia.
Si durante generaciones se observó que tener un pulgar mejoraba nuestra capacidad de trabajo y adaptación al medio, las manos fueron cambiando poco a poco, y el pulgar fue tomando forma evolucionando hasta la situación actual.
Durante millones de años los homínidos conservaron el pelo en todo el cuerpo como método de protección contra el frío. Cuando comenzamos a abrigarnos con pieles de otros animales, y nuestro vello dejó de ser necesario para nuestra subsistencia, poco a poco los humanos fueron naciendo con menos pelo hasta la actualidad, en el que apenas lo tenemos por innecesario.

Cada generación recibe de las anteriores la historia íntima de las que le precedieron. Y la mujer actual ha recibido igualmente la disposición genética de sus anteriores para cuidar y atender al varón, así como para organizar todo lo relativo a la familia exceptuando la función de conseguir el alimento.


La realidad está cambiando, y eso se reflejará en las próximas generaciones, qué duda cabe.
La razón, y nuestra adaptación total al medio, nos hacen entender que las circunstancias vitales han cambiado y ahora la mujer no depende del varón para su alimentación y seguridad.
Nuestra relación actual no es de dependencia el uno del otro, sino de amor y entrega.
El hombre ha entendido que la mujer es tan importante como él en todos los sentidos, y con igual capacidad.
Todavía hoy la herencia genética de la mujer la predispone a la organización doméstica.
Y al contrario, a los varones no nos predispone. Aunque ambas cosas irán evolucionando.


El cambio está siendo acelerado. En apenas dos generaciones la situación en el mundo, en la sociedad y en la familia, entre el hombre y la mujer, prácticamente se ha equiparado (al menos en el mundo rico) y el proceso continuará, sin lugar a dudas, en los países menos desarrollados.


No sé cuántas generaciones habrán de pasar para que la herencia genética de la mujer no conlleve esa predisposición a la atención y cuidado del varón, pero no creo que miles de millones de años desaparezcan en dos o tres generaciones.


Y creo importante, para la visualización del futuro de la humanidad, a la que ya me ha referido y que pretendo mostrar más adelante, tener en cuenta esta información.

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