jueves, 27 de mayo de 2010

Libertad y verdad


Descubrimos la verdad a través de la libertad, y es ella la que nos hace verdaderamente libres.
Profesor López Aranguren S. XX d. C.

Se ha interiorizado hasta tal punto la insuperabilidad del liberalismo realmente existente que cualquier alternativa al mismo suele leerse en términos de ingenuidad teórica o de irresponsabilidad práctica.
Fernando Quesada- Contemporáneo- Profesor de Filosofía Política



Quizás estemos cerca de la libertad, al menos algunos afortunados que vivimos en países ricos, democráticos y neoliberales. Pero no creo que hayamos estado nunca cerca de la verdad.
¿Cuál es la verdad de nuestra realidad económica? La verdad es que durante décadas dos pujantes fuerzas económicas (ideas, quiero decir) han mantenido un pulso mundial por demostrar su supremacía sobre la otra y hacer valer al mundo su indiscutible verdad.

Una batalla con un claro ganador desde 1989.
La caída del Muro de Berlín dejó al mundo sin la bipolaridad económica de las últimas décadas.
El socialismo había fracasado. Al menos el socialismo puesto en práctica por algunos países de la zona éste de Europa.
¿Quiere decir esto que los argumentos teóricos de los valedores del socialismo eran falsos? ¿Que sus teorías a favor de un pueblo oprimido y subyugado por el capitalismo vigente eran incorrectas?

La verdad nos hará libres, dice el profesor Aranguren, y acaso está en lo cierto si consideramos que los hechos ocurridos en estas últimas décadas no son sino fruto de la mala gestión pragmática de unas teorías excelentemente fundadas y con una plausibilidad humanitaria sin antecedentes.
La verdad era, lo demuestran los hechos, que tras la revolución industrial del S XIX los abusos laborales eran moneda de cambio diaria. La verdad era, y es, que el capital, amparándose en los supuestos beneficios para el país y la comunidad, elevaba sus ganancias a costa del sudor de los obreros y este capital se quedaba siempre en los mismos bolsillos.
La verdad es, que el socialismo teórico debía haber mejorado la situación de la mayoría de las personas que vivieron la época y velado por el interés del país y de la población con mayor tesón que los explotadores anteriores hubiesen demostrado nunca.

Sin embargo falló estrepitosamente. Los humanos no fuimos capaces de organizarnos para pensar en el bienestar general. Los dirigentes comunistas abusaron del poder que les otorgaba su propio pueblo. Algunos se convirtieron en asesinos crueles contra los que no respaldaban sus teorías (aunque después consiguiesen liberarnos de la amenaza nazi perdiendo 9 millones de soldados en la Segunda Guerra Mundial), otros prefirieron armarse hasta límites impensables previamente por temor a ¿quién sabe qué invasión?.
No supieron priorizar lo realmente importante, el bienestar de sus gentes.

Cuba y Corea del Norte mantienen pertinaces sus estructuras socialistas y sus gentes no tienen comida suficiente para alimentarse adecuadamente.
Las Universidades son gratuitas, sí, gran logro. Pero no hay hospitales donde la gente pueda ir a curarse. Y en los pocos que hay no se encuentran sábanas, ni medicamentos, ni instrumental médico básico. ¿Dónde se equivocó el teórico o dónde ha fallado el práctico?
Como resultado de este intento fallido del socialismo tenemos en el mundo un claro vencedor que se erige como alternativa única a la organización económica en cada país del mundo, el liberalismo económico, que por cierto, en sus orígenes fue antidemocrático.
Las ideas filosóficas centrales de esta teoría económica-política-social son que el hombre mantiene, previamente a su organización política, unos derechos naturales que nadie puede ni debe limitar, y el de la propiedad privada es uno de ellos.
Por tanto pensaban, y siguen pensando muchos aunque se hayan resignado a la democracia, que los poderes públicos no debían ejercer legislación alguna sobre el mercado industrial o financiero, que se autogestionaría por leyes internas de cohesión.

Éste es el sistema triunfador de la historia económica y que todo el mundo está obligado a aceptar como el único que ha demostrado fiabilidad y consistencia, y que ha funcionado bien. Aunque quizás habría que preguntarse si 50 millones, sí, repito, 50 millones de personas sin cobertura médica en Estados Unidos son garantía del éxito del liberalismo que aboga porque cada persona sea valedora de sus propias necesidades, sin que deba importarle demasiado, así opina nuestro vencedor, el bienestar general, o siquiera el de su vecino más cercano.
El “mercado” ofrece las mismas oportunidades a todo el mundo y el que sea más inteligente y trabajador las aprovechará, y el que haya tenido la mala suerte de nacer con una inteligencia genética limitada, en una familia sin recursos, que no haya tenido acceso a una educación adecuada, pues que hubiese nacido en otro sitio.

Es cierto que hay una gran escala de grises entre el socialismo mal llevado a la práctica y el capitalismo egocéntrico y misántropo.
Y quizás en esa escala de grises esté la verdad que nos hará libres.
Yo, de momento, no encuentro verdad en el presente económico mundial, ni en sus expectativas de futuro.
China mantiene su estructura política socialista, pero ha flexibilizado su economía hacia el liberalismo creciendo como ningún otro país del mundo.
Brasil, es una democracia gobernada por Lula da Silva, presidente del Partido comunista de los Trabajadores. Hoy por hoy es una de las estructuras económicas emergentes más importantes del planeta.


Pratibha Patil es la primera mujer presidente de la India, pertenece al Partido del Congreso, cuyas ideas teóricas populares vienen de la familia Ghandi. India está creciendo a un ritmo económico muy superior a la mayoría de los países del mundo.


¿Quizás democracia social y capitalismo humanitario son la verdad? ¿Son acaso posibles?
Después de todo, ¿qué verdad nos hace libres? La de nuestras familias bien alimentadas y cobijadas, la del ocio compartido con los seres queridos, y la cultura al alcance cercano.
Esa es la libertad que todos deseamos, algunos para ellos mismos y otros para toda la humanidad.
Es cierto que el progreso económico es necesario, qué duda cabe, pero también lo es que la verdad y libertad de unos, no es la de todos.
Al menos para mí, la miserable situación real de tres cuartas partes del mundo no me permite disfrutar de mis supuestas verdad y libertad.

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