martes, 25 de mayo de 2010

De dónde venimos- bajamos del árbol







Todos vivimos bajo el mismo cielo, pero no todos tenemos el mismo horizonte
Adenauer S. XIX d.C.



Necesito bajar del árbol. Mi familia tiene hambre. El tiempo en los últimos años se ha vuelto loco y nuestra dieta vegetariana rica en celulosa escasea tanto que apenas podemos sobrevivir. Necesitamos encontrar fuentes alternativas de alimentación.
Debemos bajar del árbol y encontrar carne.

Temo morir en las fauces de las grandes fieras pero debo hacerlo.
Bajo. Bajamos.
Me muevo con sigilo y me escondo entre la maleza para que no me vean.
No soy un animal especialmente fuerte. No soy capaz de matar. No tengo velocidad suficiente. Mi dentadura no es lo suficientemente resistente como para desgarrar la piel de las presas. Mis manos no tienen uñas duras y largas para poder desgarrar. Mis brazos no tienen la fuerza de un orangután.
Mi principal cualidad es la agilidad, pero eso no me sirve para cazar, sólo para no ser cazado, y siempre que permanezca en el árbol. Aquí abajo soy uno de los animales más vulnerables de la selva. Tengo miedo pero necesito seguir adelante. Se trata de la historia de la vida: comer y no ser comido. Tengo que sobrevivir adaptándome a este nuevo medio de vida en el suelo.

No soy capaz de matar, por tanto tengo que comer carne de animal muerto.
Debo seguir, sin que me vean, a las grandes fieras para intentar comer la carne que ellos dejen en sus víctimas.
Debo ser paciente y silencioso. Esperar a que el gran animal se harte, y después los carroñeros más fuertes que yo, y después, cuando ya se hayan ido todos, me acerco y compruebo que apenas quedan algunos huesos que mi familia y yo chupamos con avidez.
Uno de ellos está roto. Dentro encuentro tuétano rico en proteínas. Está sabroso y calma mi apetito. Ningún otro carroñero se ha dado cuenta o ha sido capaz de encontrarlo. Mis manos pequeñas me permiten sacarlo del hueso, y a mis hijos también.
Pero el tuétano se acaba y necesitamos seguir comiendo. Los huesos que no están rotos no tienen orificios por donde acceder a su interior. Debo hacer algo para sacar la sustancia de dentro. Debo romperlos. Cojo esa piedra cercana y lo golpeo. Se rompe y puedo comer su interior. La familia me observa e imita. Pronto todos los huesos del antílope están vacíos y nosotros satisfechos.

Comer carne nos está sentando bien. Mis hijos crecen sanos y fuertes.
Seguimos escondidos entre la maleza pero hemos aprendido a incorporarnos sobre nuestras patas traseras y así podemos observar dónde están los grandes animales y podemos llegar antes a las presas. Y por otro lado podemos comprobar si estamos en peligro. Nuestro olfato tampoco es de los mejores. Debemos confiar en nuestra vista y en nuestro oído.
Puestos en pie durante unos segundos nos hacemos una idea concreta de nuestro entorno.
Hemos reducido el número de muertes de nuestro grupo, que crece saludable.

También hemos observado que la forma de algunas piedras es importante para romper mejor los huesos. Algunas cortan mejor que otras.
Uno de mis hijos ha aprendido a darle forma a las piedras haciéndolas chocar.

Observo en sus hijos, mis nietos, cambios significativos en su morfología. Sus dedos son diferentes. Uno de ellos se ha separado de los demás y de esta manera tienen mayor habilidad para la construcción de piedras con forma. Y su craneo es mayor que el nuestro.

Seguimos caminando. Cada día permanecemos más tiempo sobre nuestras patas traseras.
Comenzamos a perder un poco el miedo a los demás animales. Hemos construido con piedras en forma de pico algunos instrumentos que nos ayudan a cazar y a defendernos.
Nuestra alimentación es cada día mejor y hemos comenzado a emitir algunos ruidos que todos reconocemos.
Nos avisamos cuando vemos fieras a lo lejos, y cuando encontramos comida. Nuestras miradas se cruzan con curiosidad porque todos sabemos que algo está sucediendo entre nosotros. Hoy he creído saber lo que mi familia pensaba y deseaba, sólo con escuchar los sonidos de sus gargantas y observando sus gestos.

Todo está claro ahora. Nos hemos adaptado bien al medio luchando por nuestra supervivencia. Parece que éste es el camino. Quizás, casi sin darnos cuenta, hemos cambiado la eterna ley del más fuerte por una nueva ley del más inteligente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario