martes, 5 de octubre de 2010

La herencia ética de los dos padres culturales de Occidente


El elemento apetitivo del hombre templado debe estar de acuerdo con la razón, pues el objetivo de ambos es el bien.
Aristóteles S. IV a.C.

Platón

El objetivo de la vida del hombre no puede reducirse a la satisfacción de sus necesidades materiales; más allá de éstas, el hombre debe ser objeto de un desarrollo completo de su personalidad, de acuerdo con las partes más elevadas de su alma, la irascible y la racional, con el fin de alcanzar una felicidad identificada con la armonía de su vida.
 
Bueno y malo no son términos contradictorios, sino los extremos de una línea con muchos puntos entre ambos. Lo mismo ocurre con placer-dolor. En realidad, ambos son simultáneos. A mayor placer menor dolor.

Para el autor, como para sus contemporáneos, la ética es social. La idea de Bien debe vincularse necesariamente con la de observación de un límite, y la reflexión debe llevarnos a la determinación del tipo de vida común necesario para que el bien social sea alcanzado.

Platón no aboga por una serie de acciones buenas, o justas, sino por un criterio para la inclusión o exclusión de toda una vida como buena o justa.

No se trata de hacer el bien a los amigos, y mal a los enemigos. Un Estado justo debe satisfacer todas las necesidades.

Aunque después diferencia tres clases de ciudadanos (que lo son por naturaleza y por educación): gobernantes, soldados y artesanos. La Justicia consiste en que cada persona conozca su posición y la labor social que debe desempeñar, y el bien de cada clase consiste en cumplir adecuadamente con la función social asignada: El gobernante debe ser sabio, el soldado valiente y el artesano honrado.

La vida justa es más feliz que la injusta. El hombre injusto nunca está satisfecho.

El razonamiento debe vencer a los placeres.

El verdadero bien del hombre, la felicidad, habrá de alcanzarse mediante la práctica de la virtud. Pero ¿qué es la virtud?. Platón acepta fundamentalmente la identificación socrática entre virtud y conocimiento. La falta de virtud no supone una perversión de la naturaleza humana; por su propia naturaleza el hombre busca el bien para sí, pero si desconoce el bien puede tomar como bueno, erróneamente, cualquier cosa y, en consecuencia, actuar incorrectamente; la falta de virtud es equivalente, pues, a la ignorancia. Sólo quien conoce la Idea de Bien puede actuar correctamente, tanto en lo público como en lo privado, nos dice Platón en la República, al terminar la exposición y análisis del mito de la caverna. Cuando alguien elige una actuación que es manifiestamente mala lo hace, según Platón, creyendo que el tipo de conducta elegida es buena, ya que nadie opta por el mal a sabiendas y adrede. En este sentido la virtud cardinal sería la prudencia, la capacidad de reconocer lo que es verdaderamente bueno para el hombre y los medios de que dispone para alcanzarlo. La dependencia con respecto al intelectualismo socrático es clara en la reflexión ética de Platón.

En la República nos habla Platón de cuatro virtudes principales: la sabiduría, el coraje o fortaleza de ánimo, la templanza y la justicia. Establece una correspondencia entre cada una de las virtudes y las distintas partes del alma y las clases sociales de la ciudad ideal. La parte más elevada del alma, la parte racional, posee como virtud propia la sabiduría; pero la justicia, la virtud general que consiste en que cada parte del alma cumpla su propia la función, estableciendo la correspondiente armonía en el hombre, impone los límites o la proporción en que cada una de las virtudes ha de desarrollarse en el hombre.


Aristóteles

Toda actividad humana tiende hacia algún bien. Así, se da un teleologismo, identificando el fin con el bien. La ética de Aristóteles es una ética de bienes porque él supone que cada vez que el hombre actúa lo hace en búsqueda de un determinado bien. El bien supremo es la felicidad, y la felicidad es la sabiduría (el desarrollo de las virtudes, en particular la razón).

La Ética a Nicómaco es un análisis de la relación del carácter y la inteligencia con la felicidad. Aristóteles distinguía dos tipos de «virtud» o excelencia humana: moral e intelectual. La virtud moral es una expresión del carácter, producto de los hábitos que reflejan opciones repetidas. Una virtud moral siempre es el punto medio entre dos extremos menos deseables. El valor, por ejemplo, es el punto intermedio entre la cobardía y la impetuosidad irreflexiva; la generosidad, por su parte, constituiría el punto intermedio entre el derroche y la tacañería. Las virtudes intelectuales, sin embargo, no están sujetas a estas doctrinas de punto intermedio. La ética aristotélica es una ética elitista: para él, la plena excelencia sólo puede ser alcanzada por el varón adulto y maduro perteneciente a la clase alta y no por las mujeres, los niños, los «bárbaros» (literalmente, 'balbuceantes': significando los no–griegos) o «mecánicos» asalariados (trabajadores manuales, a los cuales negaba el derecho al voto).

El bien es aquello hacia lo que tienden todas las cosas (artes, investigaciones, proyectos...).
La Ética es la ciencia práctica de la felicidad humana.
¿Qué es la felicidad y cómo conseguirla? El bien es una meta. Es un objeto de aspiración o esfuerzo.
Tiene dos componentes: comportarse bien y vivir bien.
Se puede ser virtuoso y desgraciado. Hay muchos bienes/felicidades.
El hombre debe comportarse bien toda la vida, no esporádicamente.
El hombre bueno siente placer en la actividad virtuosa. Es feliz siendo bueno.

Debemos buscar el bien a través de la razón.
Nuestra racionalidad aparece en dos clases de actividades:
a) Pensamientos y virtudes intelectuales (sabiduría, inteligencia, prudencia…)
b) Ajenas al pensamiento (liberalidad y templanza de hábito)
Nos convertimos en hombres justos haciendo acciones justas reiteradamente.

La virtud debe ser una elección según el justo medio de los extremos (no demasiado explicado por el autor, salvo en el ejemplo, “no se debe ser ni un imprudente ni un cobarde, sino un valiente”).
Sólo las acciones voluntarios pueden ser alabadas o culpadas. Los ignorantes o amenazados no cometen actos libres.
Se pregunta por qué a veces los hombres no hacen lo que creen que deben hacer (según Sócrates o Platón esto no es posible), pero no ofrece respuesta.

La felicidad máxima del hombre justo es la reflexión sobre el mundo de las cosas inmutables.

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