martes, 21 de septiembre de 2010

La ética del presente a través de la historia- El nacimiento de la moralidad



Hay una tarea moral para cada una de nuestras horas.
Profesor Aranguren S. XX d.C.

La moralidad es intemporal, tanto en su aspecto normativo, como en su lenguaje.

Los conceptos morales han cambiado a lo largo de la historia a medida que han cambiado la vida social.
Los historiadores de la ética han estudiado los conceptos morales y sus alteraciones .
Somos, como he venido comentando desde el comienzo de este blog, el producto de esta historia y por supuesto parte de ella, un nuevo eslabón, lo más antiguo del futuro.

En los poemas homéricos los juicios morales más importantes sobre el hombre se refieren al modo con que cumplen con su función social. Cualidades como valiente, o justo, son importantes debido a la función social de la persona, pero su conducta no es suficiente para determinar si un hombre es bueno o justo, sino que además debe ejercer con éxito su función social, caso contrario sus cualidades conductuales no se valoran.

La jerarquía social impone el orden social.
El esclavo es un bien mueble del que no se puede extraer predicado valorativo alguno.
Fueron las colonizaciones y los viajes de sabios acompañando a guerreros los que hicieron comprender que existían formas de comportamiento diferentes y disgregadas de la función social.

Los filósofos comienzan a preguntarse si las normas morales son locales o universales.
La gran pegunta que se plantearon fue: ¿Establece el Universo límites a lo que se puede elegir? Es el nacimiento de la Ética.

Los sofistas comienzan a hablar de “un buen ciudadano” leal a la ciudad y al orden social ateniense. Los planteamientos a partir de ahora serán de comprensión (Filosofía) y de acción (Ética). La Filosofía es posterior al comportamiento.

Los sofistas, principales impulsores de la moralidad al comienzo del periodo reflexivo de la humanidad, intentan asignar un vocabulario coherente a los conceptos valorativos y explicar, básicamente, cómo vivir bien, o lo que es lo mismo, cómo vivir con eficacia en una Ciudad Estado griega.
El requisito indispensable para tener una vida social de prestigio, es tener éxito en los foros sociales (Asamblea y Tribunales). Hay que convencer y agradar, aunque expongamos algo en lo que no creemos.
Actuar bien es tener éxito.
Para ello hay que adaptarse a las convenciones dominantes sobre lo bueno, lo recto y lo conveniente.
No hay criterio de verdad único. Cada ciudad, cada sociedad, tiene sus propios conceptos de lo que es bueno o justo, y hay que adaptarse a esas convenciones, se crea o no se crea en ellas. Se denomina a esta teoría Relativismo Moral.

Lo que se considera justo por la mayoría, es justo, y no se valora.
El hombre es por naturaleza codicioso, y desea su bienestar sin importarle nada el bienestar de los demás, pero el hombre inteligente debe entender los valores de la sociedad en la que vive y adaptarse a ellos.
Se trata de un equilibrio entre nuestro deseo de agredir y triunfar, y el de no ser agredido.
Los hombres nos unimos por nuestro propio interés mutuo.

La moralidad sofista es decir lo que sabemos que el interlocutor quiere oír. Y la manera en que puede influir en ellos es a través de la retórica.
Esa es la principal virtud que una persona debe poseer, poder de convicción para que otros hombres actúen en nuestro beneficie.

Menos mal que hemos evolucionado un poco.

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